miércoles, 18 de enero de 2012

Kentucky fried children, defendiendo a Platanito


El ser humano es un animal que ríe, que tiene capacidad para ver el lado serio de las cosas tontas y el lado tonto de las cosas serias. Es en esto último cuando un comediante puede levantar más ámpula, pero se nos olvida que el humor es amoral, no selecciona. Simplemente, saca los trapos al sol. La función del cómico es mostrar una realidad, no provocarla, el humor es un mecanismo inofensivo para sacar la hostilidad; si la violencia ya nos está rebasando, ¡pues los chascarrillos tienen que estar a la altura!


El chiste que por su profundidad ha levantado tantas pasiones, ofende porque exhibe la clase de sociedad que somos, tal cual. La risa es la primera crítica que recibe una conducta censurable, pero es doloroso reírnos de nuestra miseria, de nuestras omisiones, del oportunismo que han mostrado muchas personas que se cuelgan del caso de la Guardería ABC porque viven de la desgracia y no porque les importen los niños. Esos, que se ven ahora descobijados, son quienes arremeten contra el compañero, como si con ello fueran a limpiar la materia fecal que llevan dentro, por no hablar ya de la que traen embarrada en las manos.


La verdad no peca, pero incomoda y, para acabarla de amolar, somos un país de pusilánimes, solemnes y cursis. Por eso nos peinamos de raya enmedio cuando Eugenio Derbez le vio, su verdadero tamaño, a la balacera en los alrededores del estadio de Torreón. Recuerden que ni siquiera fue dentro de las instalaciones, para que más se vea la coyonería que nos adorna, que al primer tirititito ya nos estamos quejando. ¡En lo que han venido a parar nuestros norteños valientes y francos! Lo más seguro es que en realidad nunca hayan sido eso.


El verdadero humorista no se retracta. Podrá complacer a la gente, pero eso no quiere decir que deje de observar la regla número uno del comediante: es preferible perder un amigo que perder un buen chiste. El chiste es franco, el amigo, puede que no.





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