lunes, 18 de abril de 2011

CHORROGÉSIMA FUNCIÓN, anecdotario de una vida en los camiones y las tablas que agarré.

En aquel tiempo, en que Marcos y su Ejército Zapatista estaban en su apogeo, me dio por viajar a esas regiones del país. Había muchísima angustia, principalmente porque nadie veía claro si iban a balacear al Espíritu Santo o le iban a dar su agüita a la Paloma de la Paz. Lo que sí, es que la gente estaba cazando a ver qué pájaro se echaba al plato para comer.
            

En el ejercicio de esta chamba que tengo de juglar moderna, me subí a un camión de tantos en San Cristóbal de las Casas, presenté a mi muñeco y empezamos a hablar. Se escuchó de pronto una extraña carcajada. Me entusiasmé ante la evidencia de que mis chistes estaban entrando bien, pero tenía la sensación de que la gente allá se ríe de un modo muy peculiar.
           

Al dar las gracias, descubrí unos guajolotes que estaban amarrados de las patas, adentro de una bolsa de mandado. Quise comprarlos para llevarlos conmigo y que me sirvieran de paleros, pero el dueño se negó a vender.


sábado, 16 de abril de 2011

Reconstrucciones

Me detuve en un puesto de tacos. El mercado en el que estaba aún conserva vestigios de que alguna vez fue teatro y se llamó “Carpa Olímpica”.

Después de comer, caminé entre los puestos y el colorido de tanta mercadería me remitía al brillo de lentejuelas y luces de seguidor.
        
 En 1985 trabajé ahí. Fui patiño de muchos cómicos ahora olvidados. Ellos fueron mis primeros maestros en el arte de hacer reír.
        
Los comerciantes le hacen una remodelación tras otra, pero ahí sigue el lugar, delatando de modo subrepticio que ahí bailaban mujeres desnudas y se representaban tandas obscenas.
        
 Algunos hombres que ahora compran o venden, describen con lujo de detalle los vestuarios de Roxy Lamarque, Ingrid de Praga o Lyn May, ¡pero dicen que jamás estuvieron ahí! ¡Ahora resulta que nunca tuvimos público!
          
Ese lunes faltaba semana y media para el terremoto. Nos estábamos preparando para dar las funciones del día. Cayó una tromba que tiró todo el telar. La “Carpa Olímpica” dejó de existir.
        
 Gracias a los reacomodos de que están siendo objeto los vendedores ambulantes, el jacalón volvió a tener vida: es ahora un mercado y yo soy una cómica de la legua urbana.